martes, 22 de mayo de 2012

Bienvenidos al norte...


Mediodía de viernes en Madrid. Calor sofocante y una mujer de casi 30 años, maleta en mano y mochila al hombro que espera en un portal. 
Coche rojo que se acerca, mujer de 29 al volante, gafas de sol, sonrisa plena y un maletero lleno de ingredientes. 
Minutos más tarde, coche granate con golpe reciente, mujer de más de 30 al volante, maleta y dos cd's en el bolso. 

Ya sabrán, o al menos se imaginarán, de quien les estoy hablando. Somos las tres cocineras aventureras, ahora dispuestas a lanzarnos a las carreteras españolas y darle un toque más internacional a nuestras clases.

Primer destino: Nanclares de Gamboa, Alava, País Vasco. 
Nuestro GPS nos marca el rumbo y allá partimos siempre sonrientes, optimistas, atrevidas y especialmente charlatanas. Pregunto si llevamos registros de los kilómetros recorridos juntas, nadie lo sabe, aunque lo que no dudamos es que han sido unos cuantos y mucho más aún los que nos quedan por andar.

El viaje es ameno, con parada estratégica (idas al baño que no pueden esperar), paisajes variados y un túnel que al finalizar nos deja de lleno en el norte español (verde, nubes grises, bajas temperaturas y pueblitos de ensueño).




Llegamos a nuestro destino, una antigua iglesia reformada y convertida en el hogar de los tíos de Susana. Que decirles del recibimiento, la atención, la generosidad y la alegría de nuestros anfitriones: el Tío Carlos y la Tía Paz, y sus hijos Iñigo y Ana. Nos sentimos como en casa desde el primer momento. Nos abrieron las puertas de un lugar mágico, lleno de encanto. Una isla en un mar verde, al cobijo de un inmenso pantano.

Tras las presentaciones de rigor, nos instalamos en la antigua sacristía que sería nuestro refugio durante el fin de semana. Me toco dormir con Sandra, aunque la segunda noche unimos camas y estos tres angelitos reposamos juntas cual bellas durmientes.

No hubo tiempo para mucho mas ya que nos esperaba una noche de velada cultural en Vitoria. Hacía allá nos fuimos. Estuvimos en el museo Artium viendo una exposición interesantísima y disfrutando luego de unas copitas de buen vino y una charla muy agradable a la que se nos unieron el Tío Alfonso y su simpatiquísima novia Maria ( además fueron nuestros compañeros de sacristía ja,ja,ja).

La charla, los vinitos y algún que otro pincho se prolongaron hasta casi la medianoche cuando estas aventureras decidimos abandonar el barco y dejar que nuestros mayores se divirtieran.

El sábado amanecimos temprano ya que nos esperaba una verdadera lección de panadería a cargo de Carlos. Aquí me permitiré hacer un breve comentario acerca de nuestro anfitrión y maestro. Un tipo multifacético, un artista de raza, amante del tango y con una creatividad y sabiduría que trate de absorber durante todo el fin de semana. Una de esas personas de carácter, con un corazón generoso, siempre con ganas de hacer, aprender y compartir con otros ese saber. Me recordó mucho a mi padre, y no pude evitar sentir nostalgia en algunos momentos: cuando hablamos de mi tierra, del tango, del mate, de la ricota y de tantas cosas que tenemos en común más allá de los miles de kilómetros y años de historia que nos separan.

Y volviendo a lo que nos ocupa (aunque cocinar no fue lo que hicimos este finde principalmente ja,ja,ja). Contarles que Carlos nos enseño a preparar bizcocho ( hicimos 4, ya que éramos familia numerosa) y luego pan casero.



Hablamos sobre distintos tipos de harinas, estuve ojeando un libro muy interesante sobre panadería europea (Hecho a mano de Dan Lepard), y mientras la batidora iba mezclando, nosotros hablábamos además de la vida, recibíamos consejos de nuestros mayores, y pululábamos cual moscas de acá para allá, a veces molestando más que colaborando. He descubierto que Su y Sandra son alumnas algo dispersas,ja,ja,ja!


Y cuando llego la hora de que la masa reposara nos fuimos a Vitoria a pasear un poco y a buscar a quien sería nuestra invitada de lujo: la Abuela Charo. Al conocerla, conozco más a mi amiga Susana, su historia, sus raíces. Y eso me pasa siempre que conozco a las familias de mis amigos, y comprendo porque son seres tan especiales: vienen de familias hermosas y generosas. La Abuela Charo nos enseño su casa, nos contó de su vida y fue la mejor compañía que podíamos desear para un sábado ya gris y lluvioso.


Volvimos a casa animadas y listas para hacer nuestra barbacoa. El primer problema se planteo cuando descubrimos que no había pastillas para encender el fuego (cosa que a mí no me preocupo demasiado ya que en la Argentina nunca las había utilizado y barbacoas es lo que más he comido en mi vida ja,ja,ja). 

El desafío lo encararon muy valientemente Susana y Tío Alfonso ante la atenta mirada de Carlos, Sandra y mía. Tras varios intentos fallidos, una pequeña rencilla (Su abandonaba el barco para instalarse por un rato en el sofá con el resto de las mujeres,ja,ja,ja) y muchas risas, los dichosos carbones decidieron encenderse y comenzar a arder.

Mientras esperábamos que las brasas se fueran haciendo, nos pusimos con Sandra a preparar unas deliciosas ensaladas de tomates, cebolletas y lechugas recogidas en el momento de la huerta. 


Pusimos la mesa, sacamos la carne (muy buena calidad y muy bien de precio), y ya calmadas las aguas, se dirigió nuestra Su a la parrilla, adueñándose del lugar y haciéndose con el control de la misma. Unas buenas copas de vino, minutos junto al fuego, un paisaje soberbio, alguna que otra lluvia, paciencia de asador y el resultado no pudo ser mejor: una mesa grande, gente querida, buena carne, un delicioso y calentito pan casero y un almuerzo memorable.




Tras la sobremesa (cargada de historias, un libro centenario de recetas de un antepasado, juegos de ingenio y demás) vino la merecida siesta. Estos cuerpos necesitaban un reposo tras semejante maratón ja,ja,ja,ja,ja.

Por la noche Carlos nos deleito con unas riquísimas pizzas caseras (decirles aquí que fui la única que estuvo atenta a la preparación de las mismas, ya que mis compañeras fueron atrapadas por las garras de un “relajante” videojuego ja,ja,ja). La masa ( a la cual curiosamente le agrego una pizca de azúcar, aquí se ve que es muy común hacerlo) quedó muy fina y crujiente. A una de las pizzas la cubrió con tomate y queso; a la otra con tomate, cebolla, setas y queso; y a una tercera muy pequeñita la preparamos con tomate, pimiento verde y queso. Para chuparse los dedos!

Y llego el domingo y con él la hora de emprender el regreso. Pero primero disfrutamos de un desayuno con café, bizcocho y tostadas de pan casero (sabía mejor aún que el día anterior), y de un par de programas del canal Cocina. Hubo críticas, risas y unos cuantos comentarios nada amables para con los cocineros –presentadores ja,ja,ja,ja ( ya nos sentimos las mejores).

Un manto de nubes grises, una fina capa de lluvia, abrazos, besos y promesas de volver a encontrarnos. Atrás dejamos este lugar único, lleno de encanto, tranquilidad, naturaleza y aire puro. Volvemos felices, seguimos aprendiendo, compartiendo, conociéndonos y fortaleciendo esta amistad y este proyecto en común que es nuestro blog.

Quiero agradecer nuevamente, y antes que nada a nuestros anfitriones, decirles que nos hemos sentido muy cómodas y hemos disfrutado intensamente de este fin de semana tan diferente.

Y decirles GRACIAS una vez más a Susana y a Sandra. A la primera por compartir con nosotras esa familia tan maravillosa que tiene; y a ambas por el amor, la paciencia, la generosidad y esta oportunidad que me dan de seguir descubriendo la España profunda con sus gentes, sus costumbres, sus sabores. GRACIAS por sacar lo mejor (bueno, a veces también lo peor ja,ja,ja) de mí, por convertirme en una INVITADA y COMENSAL más de esta fiesta que es la VIDA.

Hasta la próxima…

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